Abel Hernández continúa indagando en su particular senda experimental entre fronteras estilísticas con caparazón pop. Canciones como artilugios capaces de hacer coexistir a Arca con Los Chichos o a Ben Frost con bases trap. Sea a través de un policromático uso del autotune o del muestrario de soluciones rítmicas quebradizas y recursos sonoros improbables (synthwave ultra orgánico, brotes celestiales pero apocalípticos de estribillos flamencos del planeta Lole y Manuel, electrocuciones ballardianas, dialéctica haiku aplicada al trap sci-fi), este quinto LP de El Hijo da lugar a un palimpsesto que gira como un torbellino de partículas contaminadas en torno a un personaje y su fracaso en la búsqueda individualista de la redención mediante el autoexilio y la espiritualidad prefabricada. Rodrigo Cuevas, Tórtel o la joven Lauren Casline (junto a un Hernández a ratos travestido), ponen distintas voces a distintas facetas de una historia poliédrica y borrosa como un espejismo.